EL ANGEL NEGRO, Vida de Carlos Robledo Puch, asesino serial

El periodista Rodolfo Palacios entrevistó a Robledo Puch y presenta en este libro una singular construcción del personaje a través de su propio relato, de las visiones de sus allegados, de los tantísimos expedientes y de su escritura exquisita.

No se trata del ángel gris de Dolina, del ángel de la muerte Astiz, ni del ángel negro mejicano de 1942. Trátase de Carlos Eduardo Robledo Puch, aquél joven de 19 años que -con un record de 11 asesinatos en 11 meses- se convirtió en el mayor criminal de la historia Argentina.

Robledo Puch está encarcelado desde el 4 de febrero de 1972 -aquella tarde en que la policía encontró su cédula en el pantalón del amigo asesinado- pero fue juzgado y condenado recién en 1980. "Cadena perpetua y reclusión accesoria por tiempo indeterminado" es la pena que recibió Carlos Eduardo -pena máxima en nuestro país- y que aún hoy cumple en una celda del penal 2 de Sierra Chica, ubicada en el partido de Olavarría de la Provincia de Buenos Aires.

A los veinte años no se puede andar sin coche y sin plata

A los 11 años robó golosinas en el kiosco de la escuela, pero eso no le costó la libertad. Ocho años después, el 9 de mayo de 1971, comenzaría su vertiginosa ola delictiva. El joven de rizos dorados tiene imputados 19 robos y 11 homicidios -entre ellos el de su cómplice y amigo, Héctor Somoza (se sospecha que también haya asesinado a su socio Jorge Ibáñez, pero no hay pruebas feascientes)-.

Los diarios de la época lo bautizaron de mil maneras: "ángel negro", "ángel de la muerte", "bestia humana", "muñeco maldito", "el unisex", "el chacal". No podían creer que un "niño bien", de clase media y estudiante de piano, inglés y alemán, fuera el autor de tales crímenes. "Es que  los veinte años no se puede andar sin coche y sin plata", respondió Carlos en el juicio.

Voy a tu casa. Me tirás un colchoncito y listo, no soy de roncar

Rodolfo Palacios, periodista y escritor, sintió pasión por el caso Robledo Puch al leer la crónica que Osvaldo Soriano escribe para el diario La Opinión, en 1972. Además, Palacios conoció a Osvaldo Raffo, el forense que en 1972 examinó a Robledo y dictaminó que era un psicópata incurable. Desde el año 2005, el escritor intentó entrevistar al personaje pero éste negaba todos sus pedidos. Recién en el 2008 aceptó su visita -por motivos que explica más abajo en el video- y a partir de allí se dio un vínculo que le generó muchas cosas a Palacios: preguntas de sus vecinos, 45 cartas de Puch agradeciendo su amistad con ilustraciones de Tweety y la Pantera Rosa, y pequeñas discusiones con su novia por haberle dado su dirección. Hay una sóla cosa que no logró el periodista y que era -justamente- su objetivo, el más ambicioso: averiguar el por qué.

Hoy "el ángel negro" pasa sus días en Sierra Chica escuchando al Indio Solari, leyendo a Nietzsche y creyéndose el sucesor de Perón. Cuando salga sueña con ganar un millón de dólares filmando la película de su historia con Francis Ford Coppola o Martín Scorsese, donde él escribiría el guión y actuaría en las escenas de riesgo. Y que lo interprete Leonardo Di Caprio o Matt Damon. "Otro día dijo que soñaba con custodiar campos bonaerenses del cuatrerismo. No lo iba a hacer armado, sino al mando de una jauría de Rottweilers. En los encuentros también conocí a un hombre sumiso con los guardias y apegado a su gata Kuki, que duerme en su cama desde hace 13 años", contó Palacios al diario cordobés Día a Día.

No he vivido nada

Lo cierto es que Robledo Puch lleva más tiempo vivido en la cárcel que en libertad. Hace ya 38 años que estás tras las rejas. Viejo y solo, no tiene más amigos que algunos compañeros y guardias; sus padres murieron y sus familiares no quieren verlo (hasta se quitaron el segundo apellido para desvincularse, llamándose ahora "Robledo" a secas). Una nota del diario Clarín de 2004 afirma que "desde el año 2000 puede pedir la libertad condicional pero no lo hace". Pero el 27 de mayo del 2008, luego de que se concediera la prisión domiciliaria al odontólogo Ricardo Barreda, Carlos Eduardo solicita su libertad condicional. Los camaristas de San Isidro le negaron la libertad a Robledo por tres razones: porque según las pericias sigue siendo peligroso para la sociedad, porque no tenía contención externa y porque no había estudiado ni aprendido un oficio (a pesar de que sí trabaja en el taller de carpintería). Esto no hace más que corroborar las fallas del sistema penitenciario, que en lugar de reinsertar el individuo a la sociedad lo aísla aún más. Es decir que en lugar de ser una ayuda es simplemente un castigo.